Prensa
Viernes, 28 de septiembre de 2012
Chihuahua
Clausura del seminario de performance en el Museo Casa Sebastián
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Comunidad7
El que quizá sea el arte más íntimo, trasgresor y controversial, el performance, ocupó un espacio en el Museo Casa Sebastián de la capital del estado, donde estudiantes y egresados de la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México y de la Universidad Pedagógica Nacional plasmaron el resultado del proceso seguido durante el seminario sobre performance en el que han participado.
El Salón Guirnalda albergó una serie de instalaciones surgidas en este seminario, mientras en el muro de la sala se proyectaban imágenes del proceso del taller, creando un efecto de proceso del proceso o performance dentro de la performance.
La primera parte presentó la escenificación de los procesos vividos por los alumnos del seminario, agrupados de dos en dos o en solitario, actuaban e interactuaban alrededor de todo el espacio, entre el público y entre el resto de participantes. Es el proceso de “descontención” según explicaba el director del seminario, el antropólogo y coreógrafo Lukas Avendaño. El ejercicio consiste en superar las contenciones morales, sociales, convencionales, para extraer de su interior el “yo” más primigenio e íntimo, que habitualmente está constreñido por usos y costumbres, o por aquello que los demás esperan de uno cuando tiene cinco años, veinte o cuarenta, lo que espera la sociedad, lo que la familia espera del individuo, una manera de actuar, de pensar, de conducirse. Prejuicios propios y ajenos, que proyectamos hacia los demás.
A través de la “deconstrucción de la identidad”, que saca de la contención la personalidad cambiante del ser, que debe volver a conquistar su identidad cada día, pero que nunca puede dejar de ser liberada, en un bucle infinito “la libertad no se alcanza nunca”, explica Avendaño.
Pero en conclusión, la definición del performance o del mensaje que encierran su simbolismo es tan subjetiva que no deja margen a una explicación a terceros, se trata de un arte personal y personalista, en el que el espectador –en este caso el redactor- podría dar su versión de las sensaciones y emociones que le ha provocado la observación de las instalaciones, pero que esta podría ser diametralmente opuesta a la de otra persona. Es un arte en el que las sensaciones y los sentimientos están por encima de la reflexión y el pensamiento.
Réquiem por un alcaraván
La segunda parte de la performance fue un fragmento de la obra Réquiem por un alcaraván, de Lukas Avendaño, una obra que narra –como si de un auto sacramental se tratara- la historia de una boda, la boda de una muxe del Istmo de Huantepec, un homosexual que va de blanco al altar, en una boda improbable y soñada, en la que la muxe se viste de blanco y contrae matrimonio, para después enviudar y morir de pena, como el alcaraván, el ave cuyo paralelismo se convierte en símbolo de la obra, metáfora de un destino trágico y hermosamente ineludible.
El Colectivo Frecuencia Perforadora se formó hace dos años entre alumnos de la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México y, junto con alumnos de la Universidad Pedagógica Nacional, componían el núcleo de los asistentes a este seminario, en el que ambas instituciones educativas han colaborado.
Para los participantes la experiencia ha sido altamente enriquecedora, sobre todo para crear una conciencia de unión y de grupo, además de brindarles herramientas de expresión para continuar su andadura en el mundo del performance.
Precisamente los inicios de este colectivo fueron en las calles del centro de la ciudad de Chihuahua, donde reconocen que encontraron una gran acogida. El objetivo ahora es seguir con los seminarios para continuar con la capacitación que les permita avanzar en esta disciplina artística, pero también crear ellos mismos seminarios y talleres para permitir el acceso al mundo de la performance a más personas que se interesen en conocerla.
La performance, para quienes se entregan a su práctica, resulta ser una de las artes escénicas más íntimas y reveladoras para el autoconocimiento, puesto que abre caminos interiores que conectan con sensaciones, recuerdos y pensamientos enterrados muy profundamente en el subconsciente del ser humano y a los que el performancer tiene acceso durante el proceso creativo.
IRREVERENCIA MUXE O REQUIEM
PARA UN ALCARAVÁN
Por Eli Bartolo
El sábado 28 Lucas Avendaño
nos presentó un espectáculo performancero un tanto transgresor, irónico,
irreverente, de una fantasía que muchos
muxes tienen: Casarse por la iglesia a los pies de San Vicente Ferrer. Lucas Avendaño antropólogo y
bailarín nos presenta su segundo trabajo con temática muxe, quienes hemos
seguido su trabajo artístico en Madame
Gavia recordamos que se burló del amor homosexual y la búsqueda insaciable
de un amor comprado, pero también
reivindicó a quienes desean un amor entre hombres, desafiando al amor patriarcal y machista.
Ahora nos presenta Requiem para un Alcaraván en el que simbólicamente
con lenguaje teatral nos narra la historia de un matrimonio muxe, en la que la
novia acompañada de un padrino es entregada a su prometido a los pies benévolos de San Vicente Ferrer,
el santo homofílico que acepta a sus otras hijas y a la diversidad, orgullosamente padrino y novia caminan por
las calles hasta llegar a la parroquia acompañada de música, cohetes y el público asistente al espectáculo, ante el
asombro de los ultraseuntes, sin entender si era una boda verdadera o un
carnaval. Al entrar a la iglesia principal de Juchitán
los esperaba el padre Saú en una mezcla de sorpresa, enojo y tolerancia al
observar a los contrayentes fuera de su agenda de servicio parroquial.
Si en Madame Gaviá el escenario fue la cantina, en El Requiem es la calle, la iglesia y la Casa de la Cultura representando
la casa del novio, en la que se
escenificó en la sala de arte contemporáneo, entre obras plásticas y una pared desnuda a manera
de pantalla, en él se interpreta la fiesta entre sones, bal´s, vivas para los novios y una novia feliz
danzando.
Realizada en una ruptura de tiempo y espacio
teatral, con música tehuana grabada se
proyecta en la pantalla imágenes de una boda tehuana de 1940.
Se presenta otra ruptura de
tiempo y espacio teatral, ahora es
nuevamente Juchitán contemporáneo y popular, celebrando una mayordomía con los personajes bailando cumbia a ritmo de
la pachanga juchiteca, convirtiendo el escenario en una vela.
El siguiente cambio de
escena se desarrolla en la alcoba
matrimonial, la noche de la entrega erótica, ella vestida de ikots, con el dorso desnudo esperando ser poseída
por su hombre, se inicia la danza erótica del Berelele en la lucha de eros y tanatos, el alcarabán fallece de
placer.
Ella despierta envuelta en negro absoluto, a
cumplir la otra ilusión muxe, ser viuda, a despedirse del ser amado frente a
Dios, se observa la mesa del santo, en el que más que un lamento son gritos de
reclamo: “Perdónanos señor, perdónanos señor, ten piedad de nosotros, ten
piedad de nosotros”, en una letanía sofocante, que se convierte en gritos de
protesta de derechos más que en una oración sumisa.
Con su tápalo el alcaraván
ya es una mariposa negra que vuela en
una mezcla de soledad y libertad como todo bidyaa´
Réquiem para un Alcaraván es
una fantasía de los sueños muxes y la zoología fantástica zapoteca, que lástima
que la matriarca de las intrépidas y la
regidora de la diversidad no hayan presenciado
este trabajo artístico y que otros muxes hayan preferido la vela Binni
Gaye. Réquiem para un Alcaraván
será presentado el miércoles 1 de agosto en un museo restaurant de esta ciudad
hermana, si tiene oportunidad vuele como el Berelele a Tehuantepec.
Réquiem para un alcaraván
Estábamos
en medio del estruendo de una fiesta de locas cuando Lukas Avendaño me
habló de su nuevo proyecto “Réquiem para un alcaraván”, fue en febrero
del año pasado. El réquiem y el alcaraván están relacionados con la
muerte, el primero es la música que acompaña a una misa de difuntos y el
alcaraván es un ave tan delicada que suele morir como mueren algunos
humanos: de una profunda pena. Estaba tan nervioso por ser uno de los
anfitriones de la mentada fiesta, que imaginé tontamente que el proyecto
de mi amigo Lukas era un ensamble de danza moderna con el baile
tradicional del berelele.
Vislumbré en mi imaginación el estilizado cuerpo del coreógrafo-bailarín
de San Blas dando saltos de ballet (moderno por supuesto),
reinterpretando este baile de apareamiento y muerte de este pájaro
agorero tan ligado a nuestra cultura zapoteca. Sorprendido le dije “no
imaginé que llegarías a concebir una obra así, tan tradicional”, y él
siguiéndome la corriente me dijo, “ya ves los años lo cambian a uno”.
Hace
como una década en la inauguración de una exposición de baúles que
organizó el arquitecto Elvis Jiménez, éste ordenó al maestro Carlos
Robles que entonará solamente música fúnebre. Con este ambiente sombrío
de repente vislumbré en la calle a un personaje tétrico, su rostro y su
torso eran una blanca descomposición, llevaba una enagua negra de luto;
sus lentos movimientos y su expresión aterradora, hicieron huir
despavoridas a algunas señoras reunidas en la casa tradicional que
albergaba la exposición. Fue la primera vez que veía representada una
danza moderna en Juchitán. Por mi afición a la cultura japonesa
relacioné aquel maquillaje blanco, las expresiones de terror, con alguna
danza nipona moderna. Confirmé luego que aquella representación tenía
influencias del arte butoh.
Presencié otras presentaciones del bailarín, siempre organizado o en
apoyo de organizaciones independientes, y llegué a la conclusión que
Lukas Avendaño no estaba encasillado en ningún género de la danza.
Egresado
de la Universidad de Xalapa en las carreras de Coreógrafo-bailarín y
antropología, Lukas Avendaño es un profesional con un conocimiento
integral de la danza, es decir que además de concebir la coreografía y
actuarla, es también diseñador de vestuario y otros aspectos de la danza
como la escenografía y la iluminación. Del dominio de la otra
vertiente, el antropológico, emergen los temas de sus obras que pueden
ir de un homenaje al último rey zapoteca como es “Felipa Gabina” hasta
una obra lúdica e irreverente como es “Madame Gabiá”. Sus obras son
locales y a la vez universales. No estamos hablando entonces de un
aficionado, de los muchos que con una valerosa necedad se avientan al
escenario a demostrar quién sabe qué cosas y dan pena ajena. Con una
experiencia acumulada con grandes maestros de la danza no sólo del país
si no del extranjero, Lukas Avendaño tiene un absoluto control del
espacio escénico, una rigurosa disciplina que ha afinado su principal
instrumento de trabajo: su cuerpo; de ahí que cualquier movimiento, el
más leve, de cabeza, torso, manos, brazos, piernas y pies, son
específicamente estudiados y controlados.
Coincido
con algunos amigos cuando me confiesan que cuando acuden a una nueva
presentación de Lukas Avendaño, van con dos emociones encontradas: la de
ver un acontecimiento apasionante y el temor de verse incluidos en la
obra. Le decía a un amigo que reducir una obra de danza moderna, y más
cuando tiene este elemento del butoh,
como “bonita” es mentarle la madre al artista. Porque las obras
concebidas por el coreógrafo de San Blas no tienen como objetivo darle
un espectáculo agradable al público. La mayoría de los que acuden a una
obra de este tipo salen tiritando. Los maestros que concibieron el arte butoh
después de la segunda guerra mundial, se inspiraron en el terror de
Hiroshima y Nasaki, no querían agradar a su público si no que esta
sintiera repulsión. Generalmente los que acuden por primera vez y
piensan que van a ver un cuadro de danza folklórica, se sienten
agredidos en su decoro y se levantan a media presentación, no sólo
cuando tienen cerca un cuerpo expuesto a la desnudez, si no al lenguaje
que tiene también el propósito de exacerbar ciertos sentimientos
dormidos, oscuros, tabú.
Hace
un mes se me hizo llegar por correo electrónico el enlace para ver
avances de la obra Réquiem para un alcaraván que iniciará el 28 de Julio
en Juchitán como parte de una gira. Hay una relación importante de la
danza con la música, cuando hay música en la danza generalmente van
paralelos. El enlace me llevó a la página de Youtube. Durante el inicio
de la grabación y en la aparición de los créditos se escucha la música
de flauta de carrizo, el tambor rústico de madera de doble parche y el
caparazón de tortuga, ejecutando la pieza atribuida
al músico ciego Cenobio López Lena “Berelele”. La versión es la que
ejecutan actualmente todos los grupos de música de flauta disque
prehispánica, que grabó hace varias décadas el entonces adolescente
Hebert Rasgado. Esta versión trabajada y estilizada trata de imitar el
canto del alcaraván. Para mi gusto la versión de Ta Sidru Pitu, es la
más rústica me imagino que como la tocaron los viejos músicos y que
imita muy bien el espíritu del canto lastimero del berelele. Decía al
principio de este texto, que este pájaro de largas y amarillentas patas
que le lleva a tener poses aristocráticas, es muy delicado, de ahí que
Gabriel López Chiñas lo haya dejado como ícono de la nostalgia por el
terruño. Cuando esta ave que no vuela se le trata de domesticar
arrebatándolo de su hábitat sin los cuidados necesarios suele morir de
tristeza. Por ser marchador y corredor excelente los zapotecas le
pusieron el apodo de “vagu”. Para evitar que huyan de casa o se mueran,
se tiene el cuidado de apresarlos junto con su pareja lo que es difícil
de diferenciar porque tienen el mismo tono pardo, los mismos ojos
amarillos, graves y avizores. Esta ave que desfiló por los enormes
patios familiares rasgando con su canto la nostalgia de las tardes
juchitecas, es el ejemplo ideal del amor por la libertad, no sólo porque
nace casi caminando libre, si no es capaz de preferir la muerte a ser
cautivo.
La
segunda pieza que se escucha en el trailler(?) es un entretejido de
melodías emitidas por instrumentos de viento. Al principio por el estilo
de ser entonadas propio de los músicos istmeños, deduje que blaseños al
principio, imaginé que era el zapateado de un son istmeño desconocido
para mi. Al escuchar los golpes de una caja rústica de pitero lo
relacioné con una marcha fúnebre. Al preguntar al autor de la obra por
la melodía me respondió que era un “minuetes” de la autoría del músico
blaseño Atilano Morales grabado durante la semana santa en la iglesia de
Laborío, autor también de la pieza fúnebre “Luto por derecho” que
llegué escuchar en varios entierros en Juchitán hoy casi ya olvidado. Me
sedujo de sobremanera aquel contrapunto que hacían el clarinete, y los
dos saxofones; la vibración de los metales, aquella alternación de los
tonos, una mezcla dulce, suave y ronco. Las bandas de viento en la
ejecución de los sones y principalmente de los fúnebres, me timbraron,
me cimbraron desde mi niñez. Lukas Avendaño me dice en nuestra reciente
plática hace algunos días, que también guarda un grato recuerdo de la
música que se tocaba en Tehuantepec, durante la semana santa, cuando de
la mano de su abuela recorrían las iglesias de los barrios. Me han dicho
que en la Iglesia de santa María el maestro Salvador “Chiquis” acompaña
con sus músicos las misas de difuntos. Ahí está pues nuestro réquiem
istmeño.
La
tercera pieza incluida en este video es el Fandango tehuano, pieza
emblemática de Tehuantepec contrapuesto del Fandango teco, esta última
mas parecido al Jarabe de Tehuantepec que a su homónima tehuana. Ambas
piezas infaltables en toda fiesta típica. Durante la ejecución del
Fandango aparece la figura que se utiliza para el cartel alusivo a la
obra Réquiem para un Alcaraván. El bailarín aparece en el escenario del
teatro Macedonio Alcalá, sostiene con ambas manos las comisuras de un
enagua de fiesta con olán, con el porte erguido, apenas se vislumbran
las trenzas con listones que caen en la espalda, el torso desnudo y en
el abdomen un especie de ceñidor bordado, que oculta el estrangulamiento
del cuerpo por la boca del olán y el nudo del costado.
En Réquiem.. el autor aborda un tema que le ha interesado desde su tesis de licenciatura, el tema muxe’o
la muxeidad como lo nombra en la entrevista que parece en el avance.
Mas que transgresión Lukas lo denomina derecho del muxe’ a ser personaje
principal de la boda, de la festividad y del duelo dentro de la
tradición zapoteca, retomado claro desde la disciplina de la danza.
Lukas
me pregunta cómo tomarán los espectadores su nueva propuesta. Aún
después de ver el avance y la entrevista, no logro vislumbrar cómo se
desarrollará este nuevo trabajo que se estrenará en la Casa de la
Cultura de Juchitán, aunque sé que es un trabajo profesional y detallado
y le respondo: “pues a ver cómo lo toman”. Ante mi contestación escueta
y evasiva, típica en mi, mi interlocutor sólo atina a repetir mi frase.
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