sábado, 29 de septiembre de 2012



Prensa


Viernes, 28 de septiembre de 2012
Chihuahua

Clausura del seminario de performance en el Museo Casa Sebastián

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Comunidad7

[Img #5884]El que quizá sea el arte más íntimo, trasgresor y controversial, el performance, ocupó un espacio en el Museo Casa Sebastián de la capital del estado, donde estudiantes y egresados de la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México y de la Universidad Pedagógica Nacional plasmaron el resultado del proceso seguido durante el seminario sobre performance en el que han participado.

El Salón Guirnalda albergó una serie de instalaciones surgidas en este seminario, mientras en el muro de la sala se proyectaban imágenes del proceso del taller, creando un efecto de proceso del proceso o performance dentro de la performance.
La primera parte presentó la escenificación de los procesos vividos por los alumnos del seminario, agrupados de dos en dos o en solitario, actuaban e interactuaban alrededor de todo el espacio, entre el público y entre el resto de participantes. Es el proceso de “descontención” según explicaba el director del seminario, el antropólogo y coreógrafo Lukas Avendaño. El ejercicio consiste en superar las contenciones morales, sociales, convencionales, para extraer de su interior el “yo” más primigenio e íntimo, que habitualmente está constreñido por usos y costumbres, o por aquello que los demás esperan de uno cuando tiene cinco años, veinte o cuarenta, lo que espera la sociedad, lo que la familia espera del individuo, una manera de actuar, de pensar, de conducirse. Prejuicios propios y ajenos, que proyectamos hacia los demás.
A través de la “deconstrucción de la identidad”, que saca de la contención la personalidad cambiante del ser, que debe volver a conquistar su identidad cada día, pero que nunca puede dejar de ser liberada, en un bucle infinito “la libertad no se alcanza nunca”, explica Avendaño.
Pero en conclusión, la definición del performance o del mensaje que encierran su simbolismo es tan subjetiva que no deja margen a una explicación a terceros, se trata de un arte personal y personalista, en el que el espectador –en este caso el redactor- podría dar su versión de las sensaciones y emociones que le ha provocado la observación de las instalaciones, pero que esta podría ser diametralmente opuesta a la de otra persona. Es un arte en el que las sensaciones y los sentimientos están por encima de la reflexión y el pensamiento.
Réquiem por un alcaraván
La segunda parte de la performance fue un fragmento de la obra Réquiem por un alcaraván, de Lukas Avendaño, una obra que narra –como si de un auto sacramental se tratara- la historia de una boda, la boda de una muxe del Istmo de Huantepec, un homosexual que va de blanco al altar, en una boda improbable y soñada, en la que la muxe se viste de blanco y contrae matrimonio, para después enviudar y morir de pena, como el alcaraván, el ave cuyo paralelismo se convierte en símbolo de la obra, metáfora de un destino trágico y hermosamente ineludible.

El Colectivo Frecuencia Perforadora se formó hace dos años entre alumnos de la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México y, junto con alumnos de la Universidad Pedagógica Nacional, componían el núcleo de los asistentes a este seminario, en el que ambas instituciones educativas han colaborado.
Para los participantes la experiencia ha sido altamente enriquecedora, sobre todo para crear una conciencia de unión y de grupo, además de brindarles herramientas de expresión para continuar su andadura en el mundo del performance.
Precisamente los inicios de este colectivo fueron en las calles del centro de la ciudad de Chihuahua, donde reconocen que encontraron una gran acogida. El objetivo ahora es seguir con los seminarios para continuar con la capacitación que les permita avanzar en esta disciplina artística, pero también crear ellos mismos seminarios y talleres para permitir el acceso al mundo de la performance a más personas que se interesen en conocerla.
La performance, para quienes se entregan a su práctica, resulta ser una de las artes escénicas más íntimas y reveladoras para el autoconocimiento, puesto que abre caminos interiores que conectan con sensaciones, recuerdos y pensamientos enterrados muy profundamente en el subconsciente del ser humano y a los que el performancer tiene acceso durante el proceso creativo.


 

IRREVERENCIA MUXE O REQUIEM PARA UN ALCARAVÁN

Por Eli Bartolo

El sábado 28 Lucas Avendaño nos presentó un espectáculo performancero un tanto transgresor, irónico, irreverente, de una fantasía que muchos  muxes tienen: Casarse por la iglesia a los pies de San Vicente Ferrer. Lucas Avendaño antropólogo y bailarín nos presenta su segundo trabajo con temática muxe, quienes hemos seguido su trabajo artístico en Madame Gavia recordamos que se burló del amor homosexual y la búsqueda insaciable de un amor comprado, pero también  reivindicó a quienes desean un amor entre hombres, desafiando  al amor patriarcal y machista.

Ahora nos presenta Requiem  para un Alcaraván en el que simbólicamente con lenguaje teatral nos narra la historia de un matrimonio muxe, en la que la novia acompañada de un padrino es entregada a su prometido  a los pies benévolos de San Vicente Ferrer, el santo homofílico que acepta a sus otras hijas y a la diversidad,  orgullosamente padrino y novia caminan por las calles hasta llegar a la parroquia  acompañada de música, cohetes y el  público asistente al espectáculo, ante el asombro de los ultraseuntes, sin entender si era una boda verdadera o un carnaval. Al entrar a la iglesia principal de Juchitán los esperaba el padre Saú en una mezcla de sorpresa, enojo y tolerancia al observar a los contrayentes fuera de su agenda de servicio parroquial. 

Si en Madame Gaviá el escenario fue la cantina, en El Requiem es la calle, la iglesia y la Casa de la Cultura representando la casa del novio, en la que  se escenificó en la sala de arte contemporáneo, entre  obras plásticas y una pared desnuda a manera de pantalla, en él se interpreta la fiesta entre sones, bal´s,  vivas para los novios y una novia feliz danzando.

 Realizada en una ruptura de tiempo y espacio teatral,  con música tehuana grabada se proyecta en la pantalla imágenes de una boda tehuana  de 1940.
Se presenta otra ruptura de tiempo y espacio teatral,  ahora es nuevamente Juchitán contemporáneo y popular, celebrando una mayordomía  con los personajes bailando cumbia a ritmo de la pachanga juchiteca, convirtiendo el escenario en una vela.
El siguiente cambio de escena se desarrolla en  la alcoba matrimonial, la noche de la entrega erótica, ella vestida de ikots,  con el dorso desnudo esperando ser poseída por su hombre, se inicia la danza erótica del Berelele en la lucha de eros y tanatos, el alcarabán fallece de placer.

 Ella despierta envuelta en negro absoluto, a cumplir la otra ilusión muxe, ser viuda, a despedirse del ser amado frente a Dios, se observa la mesa del santo, en el que más que un lamento son gritos de reclamo: “Perdónanos señor, perdónanos señor, ten piedad de nosotros, ten piedad de nosotros”, en una letanía sofocante, que se convierte en gritos de protesta de derechos más que en una oración sumisa.
Con su tápalo el alcaraván ya es una mariposa negra  que vuela en una mezcla de soledad y libertad como todo bidyaa´
Réquiem para un Alcaraván es una fantasía de los sueños muxes y la zoología fantástica zapoteca, que lástima que la matriarca de las intrépidas  y la regidora de la diversidad no hayan presenciado  este trabajo artístico y que otros muxes hayan preferido la vela Binni Gaye. Réquiem para un Alcaraván será presentado el miércoles 1 de agosto en un museo restaurant de esta ciudad hermana, si tiene oportunidad vuele como el Berelele a  Tehuantepec.


Réquiem para un alcaraván

Escrito por: Gerardo Valdivieso Parada el 21 Jul 2012 
 
Estábamos en medio del estruendo de una fiesta de locas cuando Lukas Avendaño me habló de su nuevo proyecto “Réquiem para un alcaraván”, fue en febrero del año pasado. El réquiem y el alcaraván están relacionados con la muerte, el primero es la música que acompaña a una misa de difuntos y el alcaraván es un ave tan delicada que suele morir como mueren algunos humanos: de una profunda pena. Estaba tan nervioso por ser uno de los anfitriones de la mentada fiesta, que imaginé tontamente que el proyecto de mi amigo Lukas era un ensamble de danza moderna con el baile tradicional del berelele. Vislumbré en mi imaginación el estilizado cuerpo del coreógrafo-bailarín de San Blas dando saltos de ballet (moderno por supuesto), reinterpretando este baile de apareamiento y muerte de este pájaro agorero tan ligado a nuestra cultura zapoteca. Sorprendido le dije “no imaginé que llegarías a concebir una obra así, tan tradicional”, y él siguiéndome la corriente me dijo, “ya ves los años lo cambian a uno”.

Hace como una década en la inauguración de una exposición de baúles que organizó el arquitecto Elvis Jiménez, éste ordenó al maestro Carlos Robles que entonará solamente música fúnebre. Con este ambiente sombrío de repente vislumbré en la calle a un personaje tétrico, su rostro y su torso eran una blanca descomposición, llevaba una enagua negra de luto; sus lentos movimientos y su expresión aterradora, hicieron huir despavoridas a algunas señoras reunidas en la casa tradicional que albergaba la exposición. Fue la primera vez que veía representada una danza moderna en Juchitán. Por mi afición a la cultura japonesa relacioné aquel maquillaje blanco, las expresiones de terror, con alguna danza nipona moderna. Confirmé luego que aquella representación tenía influencias del arte butoh. Presencié otras presentaciones del bailarín, siempre organizado o en apoyo de organizaciones independientes, y llegué a la conclusión que Lukas Avendaño no estaba encasillado en ningún género de la danza.

Egresado de la Universidad de Xalapa en las carreras de Coreógrafo-bailarín y antropología, Lukas Avendaño es un profesional con un conocimiento integral de la danza, es decir que además de concebir la coreografía y actuarla, es también diseñador de vestuario y otros aspectos de la danza como la escenografía y la iluminación. Del dominio de la otra vertiente, el antropológico, emergen los temas de sus obras que pueden ir de un homenaje al último rey zapoteca como es “Felipa Gabina” hasta una obra lúdica e irreverente como es “Madame Gabiá”. Sus obras son locales y a la vez universales. No estamos hablando entonces de un aficionado, de los muchos que con una valerosa necedad se avientan al escenario a demostrar quién sabe qué cosas y dan pena ajena. Con una experiencia acumulada con grandes maestros de la danza no sólo del país si no del extranjero, Lukas Avendaño tiene un absoluto control del espacio escénico, una rigurosa disciplina que ha afinado su principal instrumento de trabajo: su cuerpo; de ahí que cualquier movimiento, el más leve, de cabeza, torso, manos, brazos, piernas y pies, son específicamente estudiados y controlados.
Coincido con algunos amigos cuando me confiesan que cuando acuden a una nueva presentación de Lukas Avendaño, van con dos emociones encontradas: la de ver un acontecimiento apasionante y el temor de verse incluidos en la obra. Le decía a un amigo que reducir una obra de danza moderna, y más cuando tiene este elemento del butoh, como “bonita” es mentarle la madre al artista. Porque las obras concebidas por el coreógrafo de San Blas no tienen como objetivo darle un espectáculo agradable al público. La mayoría de los que acuden a una obra de este tipo salen tiritando. Los maestros que concibieron el arte butoh después de la segunda guerra mundial, se inspiraron en el terror de Hiroshima y Nasaki, no querían agradar a su público si no que esta sintiera repulsión. Generalmente los que acuden por primera vez y piensan que van a ver un cuadro de danza folklórica, se sienten agredidos en su decoro y se levantan a media presentación, no sólo cuando tienen cerca un cuerpo expuesto a la desnudez, si no al lenguaje que tiene también el propósito de exacerbar ciertos sentimientos dormidos, oscuros, tabú.

Hace un mes se me hizo llegar por correo electrónico el enlace para ver avances de la obra Réquiem para un alcaraván que iniciará el 28 de Julio en Juchitán como parte de una gira. Hay una relación importante de la danza con la música, cuando hay música en la danza generalmente van paralelos. El enlace me llevó a la página de Youtube. Durante el inicio de la grabación y en la aparición de los créditos se escucha la música de flauta de carrizo, el tambor rústico de madera de doble parche y el caparazón de tortuga, ejecutando la pieza atribuida al músico ciego Cenobio López Lena “Berelele”. La versión es la que ejecutan actualmente todos los grupos de música de flauta disque prehispánica, que grabó hace varias décadas el entonces adolescente Hebert Rasgado. Esta versión trabajada y estilizada trata de imitar el canto del alcaraván. Para mi gusto la versión de Ta Sidru Pitu, es la más rústica me imagino que como la tocaron los viejos músicos y que imita muy bien el espíritu del canto lastimero del berelele. Decía al principio de este texto, que este pájaro de largas y amarillentas patas que le lleva a tener poses aristocráticas, es muy delicado, de ahí que Gabriel López Chiñas lo haya dejado como ícono de la nostalgia por el terruño. Cuando esta ave que no vuela se le trata de domesticar arrebatándolo de su hábitat sin los cuidados necesarios suele morir de tristeza. Por ser marchador y corredor excelente los zapotecas le pusieron el apodo de “vagu”. Para evitar que huyan de casa o se mueran, se tiene el cuidado de apresarlos junto con su pareja lo que es difícil de diferenciar porque tienen el mismo tono pardo, los mismos ojos amarillos, graves y avizores. Esta ave que desfiló por los enormes patios familiares rasgando con su canto la nostalgia de las tardes juchitecas, es el ejemplo ideal del amor por la libertad, no sólo porque nace casi caminando libre, si no es capaz de preferir la muerte a ser cautivo.

La segunda pieza que se escucha en el trailler(?) es un entretejido de melodías emitidas por instrumentos de viento. Al principio por el estilo de ser entonadas propio de los músicos istmeños, deduje que blaseños al principio, imaginé que era el zapateado de un son istmeño desconocido para mi. Al escuchar los golpes de una caja rústica de pitero lo relacioné con una marcha fúnebre. Al preguntar al autor de la obra por la melodía me respondió que era un “minuetes” de la autoría del músico blaseño Atilano Morales grabado durante la semana santa en la iglesia de Laborío, autor también de la pieza fúnebre “Luto por derecho” que llegué escuchar en varios entierros en Juchitán hoy casi ya olvidado. Me sedujo de sobremanera aquel contrapunto que hacían el clarinete, y los dos saxofones; la vibración de los metales, aquella alternación de los tonos, una mezcla dulce, suave y ronco. Las bandas de viento en la ejecución de los sones y principalmente de los fúnebres, me timbraron, me cimbraron desde mi niñez. Lukas Avendaño me dice en nuestra reciente plática hace algunos días, que también guarda un grato recuerdo de la música que se tocaba en Tehuantepec, durante la semana santa, cuando de la mano de su abuela recorrían las iglesias de los barrios. Me han dicho que en la Iglesia de santa María el maestro Salvador “Chiquis” acompaña con sus músicos las misas de difuntos. Ahí está pues nuestro réquiem istmeño.

La tercera pieza incluida en este video es el Fandango tehuano, pieza emblemática de Tehuantepec contrapuesto del Fandango teco, esta última mas parecido al Jarabe de Tehuantepec que a su homónima tehuana. Ambas piezas infaltables en toda fiesta típica. Durante la ejecución del Fandango aparece la figura que se utiliza para el cartel alusivo a la obra Réquiem para un Alcaraván. El bailarín aparece en el escenario del teatro Macedonio Alcalá, sostiene con ambas manos las comisuras de un enagua de fiesta con olán, con el porte erguido, apenas se vislumbran las trenzas con listones que caen en la espalda, el torso desnudo y en el abdomen un especie de ceñidor bordado, que oculta el estrangulamiento del cuerpo por la boca del olán y el nudo del costado.

En Réquiem.. el autor aborda un tema que le ha interesado desde su tesis de licenciatura, el tema muxe’o la muxeidad como lo nombra en la entrevista que parece en el avance. Mas que transgresión Lukas lo denomina derecho del muxe’ a ser personaje principal de la boda, de la festividad y del duelo dentro de la tradición zapoteca, retomado claro desde la disciplina de la danza.

Lukas me pregunta cómo tomarán los espectadores su nueva propuesta. Aún después de ver el avance y la entrevista, no logro vislumbrar cómo se desarrollará este nuevo trabajo que se estrenará en la Casa de la Cultura de Juchitán, aunque sé que es un trabajo profesional y detallado y le respondo: “pues a ver cómo lo toman”. Ante mi contestación escueta y evasiva, típica en mi, mi interlocutor sólo atina a repetir mi frase.

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